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Cultivo del tomate, Solanum lycopersicum

Cultivo del tomate, Solanum lycopersicum

El tomate (Solanum lycopersicum) es una planta que pertenece a la familia solanaceae, específicamente al género Solanum. Se trata de una planta cuyo fruto es muy consumido, ya que constituye uno de los ingredientes más usados en gastronomía. El tomate es cultivado en cualquier parte del mundo. Su cultivo no reviste grandes dificultades, por lo que se puede hacer, tanto para consumo personal como para la comercialización. En este sentido, a continuación se describen los aspectos más relevantes del cultivo del tomate.

Características de la planta de tomate

La planta de tomate se caracteriza porque es de tipo herbáceo y puede alcanzar una altura promedio de 2 metros. Presenta una gran cantidad de ramificaciones, lo cual le da un aspecto frondoso particular.

Debido a que es una planta herbácea, su tallo carece de rigidez, por lo que cuando alcanza cierta altura es común que adopte una posición inclinada gracias al peso de las hojas y del fruto.

En lo que respecta a la raíz, esta está constituida por una raíz principal, a partir de la cual se desprenden numerosas raíces secundarias. La presencia de raíces adventicias es muy evidente.

Las hojas se presentan de forma alterna. Estas son compuestas, por lo que se encuentran divididas en foliolos. El número de estos es variable, aunque generalmente se presentan en número impar, entre 7 y 11.

Las flores son de color amarillo y generalmente se presenta en racimos. El número de flores por racimo es variable, habiéndose registrado incluso más de 40 flores en cada racimo. La mayoría de las flores presentan cinco pétalos y el cáliz tiene también cinco sépalos.

El fruto de la planta es tipo baya, de un color rojo característico. Su forma y tamaño es variable, dependiendo de la variedad. En el interior del fruto, específicamente en la zona conocida como endocarpio, se encuentran las semillas, las cuales son de color blanquecino y forma achatada.

Requerimientos ambientales del cultivo de tomate

Tal como ocurre con todas las plantas, el tomate requiere de ciertas condiciones ambientales para poder crecer y desarrollarse de forma óptima. Entre los parámetros que hay que tener en cuenta para el cultivo de tomate se pueden mencionar la temperatura, la humedad, las características del suelo y la disponibilidad de la luz solar.

Humedad

La humedad requerida por la planta de tomate es relativa. Puede crecer exitosamente en una humedad no más elevada de 70%. Si la humedad se encuentra por encima de este valor, es frecuente observar la aparición de hongos así como también de otras patologías que comprometen la viabilidad de la planta. Caso contrario, si la humedad es muy baja, se pueden presentar inconvenientes durante el proceso de reproducción, dificultando que el polen se fije al estigma para que pueda ocurrir la fecundación.

Temperatura

Este es uno de los elementos más importantes a tener en cuenta en el cultivo del tomate. En este sentido, los niveles óptimos de temperatura para el desarrollo de esta planta se ubican entre 18°C y 30°C. Valores por encima o por debajo de este rango intervienen en los procesos de la planta.

Cuando la temperatura se encuentra por debajo de los 12°C se ven afectados los procesos de fecundación y de formación y desarrollo de las flores. Opuesto a esto si la temperatura se ubica por encima de los 35°C se ve seriamente afectada la fructificación, dando como resultado frutos deformes y de coloración amarillo pálido.

La germinación de la semilla es más exitosa cuando la temperatura oscila entre los 25°C y los 30°C. La floración es favorecida con temperaturas diurnas de entre 23°C y 26°C y temperaturas nocturnas de entre 15°C y 18°C. La maduración del fruto ocurre mejor cuando la temperatura se ubica entre los 15°C y 22°C.

Suelos

La planta de tomate no es muy exigente en cuanto a las condiciones del suelo. Puede darse en suelos arenosos y arcillosos. Sin embargo, un elemento que hay que tener en cuenta sobre el suelo es su drenaje. El suelo debe ser bien drenado, ya que así se elimina correctamente el exceso de agua. Si el drenaje fuese deficiente, ocasionaría un cúmulo de agua que desembocaría en la pudrición de las raíces y el posible desarrollo de agentes patógenos como hongos.

Por otra parte, el pH del suelo debe ser cercano a 7.0. La planta se desarrolla de manera óptima en un pH aproximado de 6.5.

Luz solar

La planta de tomate necesita al menos unas 6 horas de luz directa para poder realizar sus procesos, muy especialmente la floración. Si este valor disminuye, el desarrollo de la planta se ve notablemente afectado, particularmente la fecundación y el desarrollo y maduración de las flores.

Sembrado en el cultivo del tomate

La siembra de las semillas puede darse en un semillero o directamente en el terreno. En el primer caso, se establecen las llamadas bandejas de germinación, en las cuales se coloca la cantidad de tierra adecuada, enriquecida con los nutrientes necesarios. Luego de depositar la semilla en el semillero deben cubrirse con un poco de tierra o sustrato. Posteriormente se deben monitorear muy de cerca las condiciones de temperatura, humedad y luminosidad.

En ocasiones, para poder controlar mejor las condiciones ambientales, las bandejas se llevan a un sitio especializado conocido como cámaras de germinación. Allí tardan entre 3 y 6 días para germinar.

Luego de la germinación, las plantas deben ser colocadas en un área destinada para los semilleros. Igualmente, en esta zona se deben vigilar los parámetros ambientales para proporcionarle a la planta las condiciones necesarias para desarrollarse adecuadamente.

Una vez que las plántulas han alcanzado una altura promedio de 15 cm y tienen como mínimo unas cuatro hojas verdaderas, se encuentran listas para ser trasplantadas al terreno.

Por otra parte, si el sembrado se realiza directamente sobre el terreno, las semillas se esparcen en este y luego se cubren con una capa de tierra de aproximadamente 1 cm. Posteriormente, se deben recrear las condiciones ideales, lo cual se puede lograr cubriendo el suelo donde se realizó el sembrado con una manta de plástico.

Es importante destacar que la siembra, sea en semillero o en el terreno, debe ser sometida a constante revisión para detectar cualquier variación de las condiciones ambientales que puedan perjudicar el desarrollo de las plántulas.

Trasplantado

Este es el proceso mediante el cual las plántulas son colocadas en el sitio definitivo en el que se van a desarrollar las plantas. Antes de trasplantarlas, es importante preparar el terreno.

Al terreno se le debe eliminar la capa superficial, desechando la maleza existente. Posteriormente se preparan los surcos para el trasplante de las plántulas. La distancia entre cada surco es aproximadamente de 1.5 metros y entre cada planta debe haber un espacio de 0.5 metros.

Ahora bien, para el momento del trasplante, es importante verificar la humedad del terreno. Si está muy seco, se sugiere hacer un riego.

Se debe hacer un agujero que tenga una profundidad aproximada de 10 cm. Debido a que las plantas son muy delicadas, deben tomarse con firmeza por el tallo, específicamente por la parte más cercana a la tierra. Deben depositarse en el agujero hecho previamente. Finalmente deben cubrirse de tierra hasta la altura donde se encuentran las primeras hojas.

Desarrollo del cultivo

Para que el cultivo del tomate resulte en un proceso exitoso, es importante que la planta sea sometida a una serie de cuidados con la finalidad de minimizar los posibles daños que esta pueda sufrir. A continuación se describen las diversas acciones que debe ejecutar quien está a cargo del cultivo.

Poda en el cultivo del tomate

La poda consiste en eliminar a la planta todas aquellas ramas, hojas y malezas que pueden obstaculizar el desarrollo óptimo de la misma.

En el cultivo del tomate, la poda que se realiza se denomina poda de formación. En esta se eliminan principalmente los tallos laterales. Con esto se logra que los nutrientes y la energía producida por la planta se utilicen en el desarrollo y la maduración del fruto y de las flores.

Así mismo, a través de la poda también se debe eliminar el exceso de hojas para que la planta pueda recibir la cantidad de luz solar que esta amerita y facilitar así la aireación. Al eliminar el exceso de hojas, disminuyen las posibilidades de que se fije algún agente patógeno, sea este bacterial, fúngico o parasitario. Es importante destacar que las hojas que se suelen eliminar en la poda deben ser las senescentes.

Aporque

El aporque es una técnica muy importante que se aplica en el cultivo del tomate a través de la cual se cubre con abundante arena o tierra la base del tallo de la planta.

El propósito principal de esta técnica es mejorar el anclaje de la planta al sustrato, así como también favorecer su crecimiento en sentido vertical. Igualmente vale mencionar que se puede realizar más de un aporque a la misma planta en un ciclo de cultivo.

Entutorado

Esta es una técnica que se aplica en muchos cultivos de plantas herbáceas. En este tipo de plantas los tallos se pueden inclinar por el peso del follaje y de los frutos, ocasionando que se desparrame por el suelo.

Para evitar esto, se aplica la técnica del entutorado, que consiste en colocar una estructura que se conoce como tutor, junto a la planta. Este tutor puede ser un palo de madera, de plástico o de hierro. Posteriormente las plantas son fijadas o amarradas a los tutores con ayuda de diversos materiales como cuerdas, alambres o hilos.

Otra forma de realizar esta técnica es haciendo uso de mallas o redes. En este caso lo que se hace es fijar unos palos junto a las hileras de las plantas. Entre cada palo debe haber cierta distancia estándar, la cual no debe superar los 3 metros. Entre cada palo se debe colocar una red, cuyos agujeros no pueden ser muy pequeños, sino más bien un poco grandes. Esto debe ser así porque en la medida en que las plantas van creciendo, el agricultor debe irlas guiando, introduciéndolas en los agujeros de la red, de manera tal que estas vayan creciendo como si fueran enredaderas.

El objetivo principal del entutorado es mejorar el aireamiento de la planta, permitiendo que esta tenga un mejor acceso a la luz solar y porporcionándole además mayor espacio para que los tomates se puedan desarrollar de forma óptima, en comparación a si estuviese creciendo contra el suelo.

Riego en el cultivo del tomate

El riego es un elemento muy importante a tener en cuenta para que el cultivo del tomate se desarrolle exitosamente. Si se le suministra mayor o menor cantidad de agua de la que realmente necesita, la planta sufrirá ciertas consecuencias como por ejemplo crecimiento deficiente de los tallos, rompimiento del fruto, cambios en la coloración de las hojas y el fruto y la muerte de alguno de sus órganos.

En el mundo agrícola existen diversos mecanismos de riego. La selección del tipo de riego a utilizar depende de las características del cultivo. En el caso del tomate, el sistema de riego más utilizado es el riego por goteo. En este, el agua se suministra de forma gradual, gota por gota, con la frecuencia que el cultivo requiera, la cual puede ser incluso varias veces al día.

La frecuencia del riego dependerá en gran medida de las características del suelo. En aquellos suelos pesados, en los que el drenaje no es tan fluido, el intervalo el riego oscila entre 3 y 5 días. En tanto que en los suelos bien drenados el intervalo es menor, de entre 2 y 3 días.

Es importante destacar que el riego por goteo también permite abonar el cultivo con ciertos compuestos químicos que favorecen su desarrollo. Entre estos compuestos se pueden mencionar: nitrato de calcio, nitrato de potasio, fosfato monoamónico y ácido nítrico, entre otros. Así mismo, también pueden agregarse microelementos como hierro, zinc y cobre, entre muchos otros. Las dosis de cada compuesto y microelemento van a depender de cada etapa del cultivo.

Cosecha

La cosecha es el proceso mediante el cual se recolecta al fruto directamente de la planta. Ahora bien, en el caso del cultivo del tomate, para la cosecha es importante tener en cuenta el grado de maduración del fruto, así como también su destino, es decir, si va a ser comercializado o si es para el consumo fresco.

Generalmente la cosecha se da a las 12 semanas de haberse realizado la siembra. El principal indicador de la maduración del fruto es su color. Los tomates que se encuentran totalmente maduros tienen una coloración roja intensa, en tanto que los inmaduros presentan tonalidades que incluyen el verde y el amarillo.

En este sentido, cuando el fruto está destinado al consumo fresco e inmediato, la cosecha puede darse cuando este ha alcanzado una maduración del 80% o superior a este. Esto quiere decir que si el tomate es para ser consumido de manera inmediata, sin atravesar procesos de embalaje, empaquetamiento y traslado, puede ser cosechado cuando alcanza su coloración rojiza característica.

Por otra parte, si el tomate es para ser comercializado, entonces se recomienda que se coseche cuando aún está verde. Una vez separado de la planta, el tomate continúa con su proceso de maduración, mientras atraviesa el traslado y embalaje hasta llegar a manos del consumidor. Al cosecharlo aún verde se busca que cuando llegue al consumidor final se encuentre en un estado de maduración óptima. Si se cosecharan ya maduros, podrían incluso llegar a dañarse antes de llegar al consumidor.

Finalmente, para la cosecha es importante seguir ciertas pautas, entre las que se pueden mencionar: realizarla a tempranas horas del día, en ausencia de rocío y cuando la temperatura ambiental no exceda los 25°C. Además de esto, es importante ubicar el fruto en recipientes bien aireados para evitar la posible proliferación de agentes patógenos.

Plagas y enfermedades que afectan al cultivo del tomate

Así como ocurre con la mayoría de los cultivos, el cultivo de tomate no está exento de sufrir los efectos de ciertos agentes patógenos que, en ocasiones, pueden causar graves daños a las plantas. A continuación se describen las principales plagas que afectan a la planta de tomate.

Mosca blanca (Trialeurodes vaporariorum y Bemisia tabaci)

Este insecto es uno de los patógenos más comunes del cultivo del tomate. Suelen ubicarse en el envés de las hojas, ya que allí es donde colocan sus huevos.

Los daños que puede causar se clasifican en directos e indirectos. En primer lugar, el daño directo es ocasionado porque el insecto adulto se alimenta directamente de la savia de la planta. Esto trae como consecuencia un debilitamiento de la misma, lo cual se evidencia en el cambio de coloración, que pasa de un verde vivo a un amarillento pálido y en la apariencia marchita de la planta.

Por otra parte, los daños indirectos se relacionan con una sustancia que secretan tanto ninfas como adultos. Esa sustancia, conjuntamente con la humedad propia del ambiente, propicia el establecimiento de otros agentes patógenos, principalmente hongos.

Araña roja (Tetranychus urticae)

Esta especie de artrópodo es otra de las plagas más comunes en las plantas de tomate. Se ubican principalmente en el envés de las hojas y ocasionan daños en la planta al alimentarse directamente de la savia. En la medida en que van perforado las hojas, se comienzan a notar zonas en las que se pierde la coloración verde, tornándose amarilla. Eventualmente, si el número de individuos es elevado, lo más probable es que las hojas infestadas terminen desprendiéndose.

Pulgón (Myzus persicae y Aphis gossypi)

Tal como ocurre con muchos artrópodos, estos pulgones presentan varios estadios en su ciclo de vida. En este sentido, los estadios que causan más daños en las plantas de tomate son la ninfa y los adultos. El principal efecto adverso que ocasionan está dado porque se alimentan de los jugos nutritivos de la planta (savia), ocasionando un retraso en el crecimiento óptimo de la misma, además del consiguiente cambio de color, tornándose esta amarillo pálido, con aspecto marchito. También pueden generar deformaciones, tanto en los frutos como en las hojas. Así mismo pueden actuar como vectores de algunos virus.

Palomilla del tomate (Tuta absoluta)

Este es un lepidóptero que puede ocasionar graves daños en el cultivo del tomate. Esos daños son ocasionados por el estadio larva. Estas se alimentan de las hojas y en la medida en que lo van haciendo, van generando minas, destruyendo todo el tejido a su paso. Sin embargo, el daño no se limita a las hojas, sino que conforme van creciendo y cambiando de estadios pueden invadir otras partes de la planta como el tallo y el fruto.

Las minas o galerías que ocasiona terminan por sufrir necrosis, lo que eventualmente afecta el crecimiento y desarrollo de la planta.

Nematodo agallador (Meloidogyne spp)

Este nematodo infecta la raíz de la planta, ocasionando una deformación en la misma. Cuando las plantas de tomate están infectadas con este nematodo adquieren una configuración similar a la de un rosario. En el interior de las raíces, los vasos conductores (xilema y floema) se ven atrofiados, viéndose comprometida su función. En consecuencia, la planta no es capaz de absorber adecuadamente los minerales y el agua del suelo. Como resultado de esto, tanto el crecimiento como el desarrollo de la planta se ven comprometidos de forma significativa.

Referencias

  1. Fernández, E., Camacho, F. y Ricárdez, M. (2004).
  2. Guzmán, A., Antúnez, A., Corradini, F., Riquelme, J., Martínez, J., Salinas, L., Allende, M., Olivares, N., Abarca, P., Sepúlveda, P. y Felmer, S. (2017).
  3. Tonelli, B. y Rothman, S. (2007).
  4. Velasco, E., Nieto, R. y Navarro, E. (2012).

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